En el tercer trimestre de este año, Gi Group Holding publicó su Informe Anual de Trabajo Sostenible. Este documento destaca y ofrece una visión general de nuestras actividades de RSC a nivel global, pero al leerlo, comencé a explorar más sobre el tipo de actividades en las que participamos en todo el mundo para apoyar a las comunidades donde operan nuestras oficinas. En particular, me interesaron nuestras actividades en América Latina, donde trabajo con equipos increíbles y personas comprometidas en mercados como Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México.

En este sentido, me centro en el tema del Trabajo Sostenible porque considero que es necesario aclararlo en mayor profundidad. Tiene diferentes significados para diferentes personas. Específicamente, nuestros stakeholders en el ámbito de las regulaciones laborales y el cuidado social lo ven desde la perspectiva de proporcionar empleos que ofrezcan un salario digno, condiciones de trabajo justas y seguras y que ayuden a sacar a las personas de la pobreza.

Desde una perspectiva empresarial, el Trabajo Sostenible puede percibirse como empleos, oficios o vocaciones que mantendrán su valor a lo largo del tiempo y que ayudarán a las empresas a crecer y prosperar en nuestra era de grandes cambios (como la transformación digital y el apoyo a la transición hacia una economía verde, entre otros). Otros grupos, como las ONG y las instituciones de gobernanza internacional, junto con algunos líderes empresariales, ven el Trabajo Sostenible como empleo que apoya operaciones empresariales viables a largo plazo y procesos de trabajo que preservan la salud de nuestro planeta y la longevidad de una economía global que no cause impactos negativos ni destruya nuestros valiosos recursos globales.

Una región con potencial sin explotar

He mencionado estas diversas perspectivas porque siento que América Latina tiene el potencial de convertirse en líder en modelos de Trabajo Sostenible. A medida que en las próximas décadas los mercados globales comienzan a invertir más en soluciones para la economía verde, las economías nacionales de América Latina tendrán un rol que jugar en diversas áreas. Entre los que me vienen a la mente, los recursos naturales. En este sentido, los países latinoamericanos albergan recursos minerales que son fundamentales para alimentar los VE y hacer funcionar las baterías de litio. 

Del mismo modo, países como Brasil albergan grandes extensiones de selva tropical que sirven como sistema de refrigeración y filtración para nuestro planeta. Las futuras actividades laborales en la región, y más allá, deberán tener en cuenta la protección de ese ecosistema crítico. Para ilustrar las ventajas futuras en la categoría de «trabajo centrado en la sostenibilidad» antes mencionada, los expertos del Foro Económico Mundial (FEM) señalan que Brasil podría convertirse en un actor importante en los esfuerzos mundiales de descarbonización, principalmente debido a su «competitividad en los sectores de la energía, incluidos los biocombustibles, la minería y la agricultura». Este es sólo un ejemplo en el que, si las inversiones se planifican y ejecutan bien, el talento cualificado de los mercados latinoamericanos tendrá acceso potencial a puestos de trabajo que cambian la vida y apoyan un desarrollo económico positivo tanto para los trabajadores individuales como para sus comunidades.